se desnudan anunciando la llegada,
del dolor que oprime el pecho,
de la triste e inevitable anegada.
La creciente que recorre mis mejillas,
ha dejado su marca desbordada,
como Armero mis labios han quedado,
sepultando caricias y miradas.
Luego de tanta destrucción,
luego de la desesperanza,
se secan ya las acequias,
se secan ya las miradas.
Solas, quietas y en silencio,
han quedado las estepas de mi cara,
después de aquel invierno,
aquel triste invierno de mi comarca.