sábado, 1 de junio de 2013

Tecnologías de la Información y la Comunicación en la Educación (UNAM)

Actividad 2. Entorno de aprendizaje

Con base en la institución educativa que elegiste en la Actividad 1, describe cómo son los entornos de aprendizaje que se generan  ahí: ¿Identificas los cuatro entornos que menciona Chan en su artículo? ¿Cómo están definidos los  espacios de interacción, información, exhibición y producción? ¿Quiénes participan en dichos espacios y cómo lo hacen? ¿Con qué herramientas se apoyan?
Creemos que realizar esta actividad de manera amplia en tu blog, te ayudará con el desarrollo del  trabajo final.

Los entornos de un Ambiente de aprendizaje desde la perspectiva de los procesos comunicativos son:
ESPACIO DE INFORMACIÓN ESPACIO DE INTERACCIÓN
ESPACIO DE PRODUCCIÓN ESPACIO DE EXHIBICIÓN
El espacio informativo es en el que se encuentran los diversos tipos de insumos a procesar. En este espacio
se puede presentar la información organizada o para ser indagada por los estudiantes. Se puede proveer la
información por muy diversos medios: exposiciones, documentos, bancos de datos, imágenes, gráficas.
El espacio de interacción es aquel en el que se disponen las situaciones para que los sujetos de la
información intercambien información de todo tipo: opiniones, productos de su trabajo, dudas, proyectos,
expresiones creativas.
En el espacio de producción se encuentran herramientas y dispositivos para el procesamiento de
información, realización de ejercicios, resolución de problemas.
El espacio de exhibición se caracteriza por ser un espacio para la circulación de los productos del
aprendizaje, para la socialización de sus resultados. En este espacio los estudiantes expresan los logros de
su esfuerzo y a su vez exponer lo que encuentran en los productos de los demás.
Ahora bien, estos espacios, que pueden observarse físicamente en las escuelas tienen sus propias
características para el caso de sistemas telecomunicados, dado que el concepto de “entorno” se transforma
de acuerdo a las particulares condiciones de los medios.
Es así que considerando estos tipos de entornos podemos reconocer que el docente interviene en el
diseño educativo de los cuatro tipos de entornos, aunque no tenga que intervenir en la arquitectura del
ambiente en general (la plataforma institucional o comercial prevista para el desarrollo de cursos). Entra
a los entornos previstos y los “viste” o dota con los componentes que desarrolla o selecciona desde una
perspectiva de diseño.

sábado, 25 de mayo de 2013

Tecnologías de la Información y la Comunicación en la Educación (Universidad Nacional Autónoma de México)

Actividad 1: Transformaciones
Identifica una institución educativa que te sea familiar, ya sea porque trabajas en ella, estudias ahí o incluso es la escuela de tus hijos. Considera el contexto que rodea a dicha institución: ¿cómo enfrenta la institución los principales retos y demandas de la población que atiende? ¿Cómo los prepara para retos futuros? ¿Cuáles son los últimos cambios o innovaciones que ha adoptado la institución? ¿Por qué crees que haya realizado estos?

Es conveniente que describas brevemente las características generales de la institución educativa que elegiste, así como la respuesta a los puntos descritos anteriormente en tu blog personal. Posteriormente responde el siguiente cuestionario:  

A continuación, pretendo hacer una descripción sucinta del sitio educativo que voy a empezar a analizar, tanto para esta actividad, como para adelantar en la elaboración del trabajo final del curso. Mi observación y análisis, se desarrollará en un colegio de la ciudad de Medellín (Colombia), donde las situaciones en torno al desarrollo y fomento de las TIC constituyen importantes desafíos y oportunidades, pero donde también se evidencian problemáticas coherentes en el plano local, pero también en el plano nacional e internacional, todo ello a partir de las políticas educativas y de la realidad social e histórica del contexto de la institución.

En este sentido, luego de abordar los textos sugeridos para la semana 1, considero que la realidad en mi ciudad presenta diversos contrastes, es decir es coherente con los informes y estudios de diversos organismos, como por ejemplo el planteado por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI)  y en el caso de un país como Colombia, se vislumbra diáfanamente la brecha que hay entre regiones a nivel económico, social, tecnológico y educativo. Según estudios adelantados por diferentes ONG, en Colombia y en sus regiones, la cobertura educativa y de calidad, está subordinada a otros referentes de tipo social, como: Nivel de pobreza, manifestaciones de violencia, desplazamiento de la población, desarrollo de actividades ilegales (siembra de coca, explotación de la madera y tráfico de recursos minerales), y la ausencia del Estado, lo que ha ocasionado que haya una desigualdad considerable a la hora de hablar de la educación,  desde el concepto de calidad y cobertura.

De acuerdo a lo anterior, en la ciudad de Medellín, en las últimas administraciones locales, se ha hablado de la importancia de apostarle a la educación como mecanismo de penetración en la sociedad, para generar desarrollo, propiciar la cultura y plantear espacios significativos de aprendizaje alternos a otros escenarios ilegales e ilegítimos, los cuales son en muchas ocasiones más atractivos para las nuevas generaciones.  

La historia de la ciudad de Medellín, ha sido un devenir constante de problemáticas y oportunidades de desarrollo. En las últimas décadas, la ciudad de Medellín ha tenido un importante desarrollo en su industria, comercio y entorno cultural, de hecho la ciudad es considerada como la segunda ciudad más importante de Colombia, y en muchas ocasiones como la de mayor desarrollo en los últimos años. Su crecimiento y auge la han hecho ser reconocida como una de las ciudades más emprendedora de Latinoamérica. Durante las últimas administraciones, según los funcionarios públicos y algunas obras de infraestructura,  se han hecho importantes esfuerzos en la inversión social, educativa y se ha apostado a que sea el fortalecimiento de la educación una de las formas más idónea para enfrentar los flagelos que amenazan a la humanidad en la actualidad, de los cuales ya se han mencionado algunos directamente relacionados con la problemática de la cobertura de calidad en la educación, particularmente en la Ciudad de Medellín y en el departamento de Antioquia.  Medellín entonces, ha querido pasar de ser la ciudad del narcotráfico de la década del ochenta, la ciudad que vio crecer a Pablo Escobar, considerado por el gobierno de los Estados Unidos como uno de los personajes más peligroso y más buscado del mundo, a ser reconocida como una ciudad emprendedora, moderna, pujante y bajo el lema de "Medellín la más Educada", la cual ha pretendido alcanzar la cobertura educativa y de calidad en sus más altos porcentajes. 

Ahora bien, sin pretender deslegitimar los alcances y esfuerzos en materia educativa y cultural que se han hecho durante los últimos años en dicha ciudad, la ciudad en la actualidad, todavía posee múltiples  problemáticas que hacen pensar que nunca es suficiente el trabajo que en materia de inversión social, política, cultural y educativa se pueda hacer en cualquier ciudad latinoamericana. Actualmente, Medellín tiene instituciones educativas públicas y privadas que son reconocidas por sus alcances y logros, pero en contraste, valga la redundancia, también hay instituciones que carecen de insumos, personal docente e infraestructura que posibiliten su normal desarrollo. 

De hecho en el contexto anteriormente expuesto de dicha ciudad, hay instituciones que pueden ser cerradas, es decir que se les puede quitar la posibilidad de continuar con la prestación de sus servicios educativos, debido a que por deficientes administraciones, negligencias políticas, deserción de sus estudiantes, presencia de violencia, entre otros conflictos, es que ha habido un desvío de los dineros e intereses destinados para cubrir los diversos elementos que componen el acto educativo y el normal funcionamiento de dichos establecimientos. 

Continuando con el desarrollo de la temática, el Colegio Bello Oriente está inmerso en el contexto anteriormente mencionado, de hecho hay grandes posibilidades de que pueda ser cerrado o que deje de prestar sus servicios educativos bajo el modelo de "cobertura educativa", la cual consiste en la prestación de servicios educativos de parte de instituciones privadas en lugares donde el gobierno nacional, departamental y local, no tienen la posibilidad de prestar dicho servicio.

En este orden de ideas, y tratando de centrar el análisis en los componentes planteados para la elaboración de este ejercicio, vale la pena aclarar que el entorno del colegio obedece a una de las zonas periféricas de la ciudad, donde los barrios de los estratos más bajos suelen estar ubicados, de hecho en la zona hay un alto porcentaje de viviendas en estrato 1 y algunas zonas con invasiones o viviendas construidas de forma ilegal. En concordancia a lo anterior, hay una alta tendencia de familias que sobreviven diariamente con 1 ó 2 dólares, lo cual en muchos de los casos obedecen al ingreso de actividades informales, lo cual además da cuenta de altos índices de desempleo. Así también, en la zona hay un alto índice de familias que han llegado al sector desde zonas distantes del departamento de Antioquia e incluso del país por desplazamiento forzado y que a la vez también hacen parte de los porcentajes de ciudadanos que no alcanzaron a superar los estudios secundarios y en muchos de los casos los estudios de primaria, situación que evidentemente afecta el adecuado acompañamiento de los jóvenes y niños que asisten al Colegio Bello Oriente. En últimas, es mínima la cantidad de padres de familia o acudientes de los estudiantes los que han alcanzado estudios de educación superior.

En cuanto al trabajo del colegio, ante las diversas situaciones sociales de los estudiantes y las familias de éstos, éste ha planteado desde su modelo pedagógico, currículo, es decir desde los diferentes programas y propuestas, la interacción de la escuela, la familia y la comunidad en una dirección formativa,  donde todos estén involucrados en la formación de los estudiantes y a la vez en la formación de todos los actores que intervienen en dicho proceso.

Las características de los estudiantes no es distante de la realidad expuesta, de hecho muchos de ellos están en situaciones de vulnerabilidad, ya que tanto en la zona como en la ciudad, el departamento y el país hay una situación crítica de violencia vinculada al tráfico de drogas,  alcohol y reclutamiento de grupos armados ilegales, lo cual denota una realidad que no es exclusiva de algunas regiones, sino que también hacen parte de la realidad de otro países como: México, Ecuador, Bolivia, incluso España y los Estados Unidos. 

Desde el colegio hay campañas pedagógicas y formativas en la dirección de prevenir que los estudiantes caigan en dichas situaciones, sin embargo el contexto sociocultural es agresivo y la resistencia que pone es ardua, pero sin duda alguna, la forma más asertiva de poder contrarrestar las consecuencias de una realidad tan agresiva es que las instituciones del estado competentes para la formación social y educativa trabajen de una manera articulada y coherente. Particularmente el colegio, desde su modelo pedagógico, ha planteado que la propuesta más idónea para el contexto que debe permear es que se desarrollen en los educandos una postura crítica y participativa, para que pasen de una posición pasiva a una posición activa en el desarrollo de su aprendizaje, pero también que sean conscientes del momento histórico que les ha tocado vivir.

Así pues, el colegio concibe el acto educativo como la posibilidad de interacción entre sujetos que conjuntamente acceden al conocimiento y que desde la autonomía, principios kantianos y desde las pedagogías críticas y sociales, evocadas desde la reflexión social de Freire, se construya un espacio conceptual que sustente las diversas prácticas y principios teleológicos del Colegio Bello Oriente.

Por otro lado, en el barrio Bello Oriente, el único espacio de esparcimiento cultural y deportivo lo constituye el colegio. Consciente la administración, la dirección y el personal docente del colegio de esta realidad, trató durante los últimos años de idear u organizar diferentes espacios pedagógicos, deportivos   y  recreativos, como: la sala de sistemas, la biblioteca, el implemento de recursos multimediales para las clases, la cancha sintética de fútbol, entre otros espacios de esparcimiento deportivo.

Al interior de las prácticas pedagógicas, según una encuesta que se aplicó a los estudiantes, éstos manifestaron su particular interés en unas clases o asignaturas sobre otras, donde llamó la atención que las clases de Tecnología e Informática y Educación Física  fueron las más destacadas, seguidas por las de Humanidades y Artes, lo cual da cuenta, que evidentemente y en concordancia con lo planteado por los textos trabajados durante esta semana, hay un cambio significativo en la generación contemporánea y en la forma en que los jóvenes y niños conciben el mundo. Sin duda alguna, en el colegio se ha procurado que desde las diversas asignaturas se vinculen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación a los diferentes campos del conocimiento, pero ha sido un punto a trabajar arduamente, ya que precisamente es desde los mismos docentes y padres de familia que se ha evidenciado apatía frente a las nuevas tecnologías y las herramientas multimediales. En este punto, se procuró porque hubiese un acompañamiento y capacitación entre los mismos docentes y directivas, ya que los bajos presupuestos no permitieron que se hicieran grandes capacitaciones, pero que de igual manera demuestra que en muchas ocasiones el talento humano de las organizaciones puede enfrentar grandes retos. 

Me gustaría en este sentido, exponer uno de los ejercicios  que se pensaron para abordar el asunto de las nuevas tecnologías de una forma profesional, pedagógica y responsable, ya que no se trata de que se llenen los salones y colegios de herramientas tecnológicas sin un fundamento responsable y pedagógico. En el Colegio Bello Oriente, en los grados de noveno, décimo y once, se plantearon proyectos transversalizados entre las diferentes asignaturas y áreas, los cuales pretendían que se establecieran relaciones discursivas y prácticas entre las diversas ramas del conocimiento, donde los estudiantes entendieran que éste no  es fragmentado y donde a partir de la asesoría de los licenciados profesionales en las nuevas tecnologías e informática, se elaboraran espacios pedagógicos y tecnológicos al interior de las clases.  

Sin duda alguna, en el Colegio Bello Oriente en los últimos años se han pensado y elaborado entornos que tienen en cuenta las características de los jóvenes y niños de la comunidad. Especialmente, porque éstos son y serán afectados por los cambios que se planteen en el plano local, pero también desde la denominada aldea global. No obstante, se deben hacer más esfuerzos para mejorar cada vez más en las necesidades expuestas, especialmente por el entorno social, político, tecnológico y cultural que atisba la vida de las familias de la comunidad, de la ciudad y del mundo entero.

Colegio Bello Oriente, grado 11-B (2012)

John Jairo Echavarría Cañas
Docente




sábado, 2 de marzo de 2013

Literatura Prehispánica


Hola, bienvenidos a este sitio donde podremos interactuar y disfrutar diferentes asuntos literarios y lingüísticos.


REFLEXIÓN LITERARIA

El Popul Vuh es considerado por muchos el texto escrito más antiguo de la humanidad, en éste se trata de explicar o contar de alguna manera el origen del mundo, la civilización y los diversos fenómenos que ocurren en la naturaleza, a partir del mito como manifestación literaria y filosófica de la relación del hombre con el universo y en este sentido como principio emancipador de la realidad y la ficción, buscando revelar la verdad del cosmos vehiculizada por medio de la palabra. Este es el libro sagrado de los Mayas Quiché, una sociedad indígena que habitaba en Centroamérica, especialmente lo que es ahora México y Guatemala.

En éste orden de ideas, el concepto de descubrimiento de América no es más que un sofisma, una gran mentira de la historia, ya que según estudios arqueológicos y antropológicos, la vida en América antes de la llegada de los ingleses, franceses, portugueses, españoles e italianos, contaba con sus propias raíces étnicas, dejando así una esencia que alcanza a percibirse en la actualidad, pero que desafortunadamente se ha ido perdiendo por motivos de diversas causas y de la propia colonización.

Los pueblos de América Latina comparten un territorio, pero también comparten la historia, la lengua, la cultura, además de las desgracias y las glorias, al punto de reconocer que las problemáticas de un país son también las problemáticas de las demás naciones, es el caso de la actual discrepancia que hay entre Colombia y sus vecinos. América Latina es un vecindario, desde las tierras frías de la Patagonia hasta las cálidas y peligrosas planicies del Río Bravo en el norte de México. Los países latinoamericanos, tal cual como los conocemos hoy, han debido pasar a lo largo de la historia por muchas vicisitudes, son pueblos híbridos, según los definía Néstor García Canclini, que han reflejado sus historias en la riqueza literaria particular y colectiva. La literatura en este sentido, es considerada como el reflejo en el espejo de la historia y es ésta al fin de cuentas la que contará a través de los siglos las vivencias y los hechos de la humanidad.

Colombia en el vecindario latinoamericano no ha sido ajena a este fenómeno y por el contrario ha sido considerado como uno de los países más influyentes de la región. La historia de Colombia ha sido permeada por diversas problemáticas, las cuales fueron plasmadas desde la literatura y esta última la que ha dado cuenta del largo y conjetural proceso de desarrollo presente desde la colonia hasta la actualidad.

Muchas de las obras de la literatura Colombiana se han centrado en los hechos sociales y éstos han estado subordinados a diversos contextos espaciales , cronológicos y situacionales, es por ello que es posible encontrar en diferentes obras, temáticas sobre violencia, racismo, cultura, economía, política, entre otras. Sin embargo, en este diálogo histórico, también es posible encontrar temas sobre el amor, los valores, la familia, lo cual es reflejado en muchas de las obras importantes, como: María de Jorge Isaács y La Marquesa de Yolombó del maestro Tomás Carrasquilla.

Sólo en Colombia se puede dar cuenta de una riqueza literaria impresionante, la cual denota que Latinoamérica  es una novela con novelistas que está firme en los cimientos de la literatura universal, pero que corre peligro porque a los jóvenes de la actualidad la literatura le es enseñada obligatoria y descontextualizadamente, un desacierto donde la familiala escuela y la sociedad son responsables



LITERATURA COLOMBIANA

JOHN JAIRO ECHAVARRÍA CAÑAS

sábado, 2 de febrero de 2013

LAS MUJERES DE ASPASIO


Las mujeres de Aspasio



Pablo Montoya Campuzano



1


La historia ocurrió por los años cuarenta. Aunque es probable que haya pasado en décadas posteriores. No me extrañó encontrarme con una versión que ubica los acontecimientos que rodean la vida de Aspasio en nuestros días. Mi madre la situaba en el tiempo en que José hacía su práctica de medicina forense. El marco del relato era sugestivo. José llega cansado del anfiteatro. Mi madre le sirve la comida. Viven entonces en una casa, por los lados de La América. Hablan de la violencia que recorre las tierras de Antioquia. Más tarde se acomodan en la cama y mi madre empieza a leer pasajes de un tratado de obstetricia. Esa era la manera en que José memorizaba lo aprendido. Su lectura siempre fue torpe y sólo podía retener con exactitud lo que escuchaba. Hay algo, no obstante, que molesta su concentración. Un olor fétido se interpone a cada frase pronunciada. De pronto, mi padre se levanta, lleva una de sus manos a la nariz y aspira. Se dirige al baño donde vomita varias veces. Al regresar a la cama, mi madre le pregunta si está enfermo. La respuesta es negativa. Es un pedazo de carne, dice José, que se me ha quedado entre la uña. Explica que ha trabajado toda la tarde en el cadáver de una mujer joven. Y eso te ha hecho vomitar, inquiere mi madre incrédula. Claro que no, contesta él. Es entonces cuando relata la historia de Aspasio.


2


Venía del campo huyendo de las masacres cometidas por los conservadores. Su infancia transcurrió en riscosas fincas de café. Una mañana, eran ya los días de la última adolescencia, su madre lo mandó al pueblo a comprar panela, arroz y carne. Aspasio no regresó. Días después reconoció los cadáveres en un patio de la inspección de policía. No reaccionó con exageraciones ante el descuartizamiento de sus hermanas. Dijo que esa cabeza sin ojos y con la lengua que le bajaba como una corbata desmesurada pertenecía a su madre. Pero no exorbitó la mirada, ni pronunció quejas, tampoco emitió amenaza alguna. Más tarde fue a Medellín y, parece, hizo varios trabajos antes de encontrar el empleo del anfiteatro. Éste quedaba entonces en la Facultad de Medicina y era una sala destinada a la práctica de los estudiantes. Las pocas personas que creyeron conocer a Aspasio lo definieron como un hombre servil. Tal vez en lo más hondo de sí mismo, y esto nunca le ocasionó tropiezo, comprendía que lo suyo era obedecer. Es posible que por tener esa mansedumbre, nadie sospechara sus inclinaciones. En el anfiteatro ejecutó labores de limpieza y vigilancia. Siempre se le vio con una ruana que se ponía apenas iniciaba la jornada. Una boina le tapaba el pelo escaso. Los pantalones siempre fueron negros y de pliegues y ninguna talla le quedaba bien. El trabajo lo dotó de un revólver y un bolillo que nunca usó. Prefería guardarlos en un cajón. Lo único que bebía en las noches, y en este detalle también coinciden las versiones que consulté, era un café cerril que lo mantenía despierto hasta el amanecer. Indagué, tanto con los conocidos de un Aspasio como del otro, y concluí que nunca consumió licor. En medio de repuestas, casi todas monosilábicas, supuse que sonreía pocas veces. José, eso dijo mi madre, comentaba que sólo debía hacerlo cuando descubría algunos de los cuerpos. Una sonrisa lánguida que se iniciaba en su mirada al ver la piel de las muertas.


3


La mujer parecía dormida y un gesto de placidez marcaba su rostro. Poseía algo, tal vez en el mentón, acaso en las mejillas, quizás en las cavidades de la nariz, que la emparentaba con un adolescente. El pelo negro, recogido en una trenza mojada, hacía pensar en caballos airosos. El cuello mostraba una serie de máculas que remitían no a golpes, sino a la descomposición que ya se estaba gestando. El resto del cuerpo, desde las clavículas que brillaban con un matiz opalino hasta los pies pequeños, estaba cubierto por un plástico. A Aspasio lo acogió la desazón al verla en una de las planchas. Creyó que estaba alucinando, motivado por el contraste entre la belleza del rostro y la sordidez del sitio. Una cuchillada de escalofrío le recorrió la espalda. El anfiteatro poseía, en esas horas de la madrugada, un silencio rotundo. Los pasos del celador resonaban con nitidez. La rutina de sus jornadas no era muy compleja. Aspasio la iniciaba dando una vuelta por los derredores. Si lo creía indispensable, arrancaba con las manos la maleza que se formaba a los lados del sendero de la entrada. Luego, en la garita de la vigilancia, leía periódicos viejos en tanto llegaba la medianoche. Dejaba que las campanas de una iglesia próxima sonaran, y salía a recorrer la sala. Aunque primero miraba las planillas donde se apuntaban el ingreso y la salida de los cadáveres. Con estos detalles, observaba el estado en que habían quedado los cuerpos después de las operaciones. Esta revisión la hacía como si fuera el preámbulo para lo que venía después. Si el caso lo pedía, Aspasio completaba el aseo que algunos estudiantes de medicina descuidaban. Eran, por lo general, medidas de limpieza que realizaba con aire concentrado. Debía borrar las huellas de sangre en los bordes de las planchas, en el piso y en las paredes. Tenía que cubrir, a su vez, los cuerpos con unos plásticos que en algo mermaban la velocidad de la putrefacción. Aspasio no escatimaba esta parte de su faena. Es más, era exagerado en los cuidados que prodigaba a los cadáveres. Así el estado de envilecimiento orgánico fuera extremo, distribuía su atención con espíritu equitativo. Una de las cosas que ejecutaba sin falta era procurarse un trapo mojado con agua y formol. Con él limpiaba aquellas partes del cuerpo no estropeadas por la herida que había ocasionado la muerte o producido el escalpelo. Cuando reconocía, por fin, la presencia de una cierta higiene, trapeaba el piso y regresaba a la garita. Allí tomaba café y se quedaba mirando por largo tiempo algún rincón del cuarto. Después volvía a la sala. No había temblor en sus manos, ni manifestación asustadiza en los ojos, y su corazón latía con una fuerza siempre controlada. Sólo un ligero aumento en la secreción de la saliva y un vacío que iba ampliándose en su bajo vientre. Durante un rato observaba los semblantes de la muerte. Y sólo cuando le correspondía el turno al cuerpo determinado, lo cargaba con movimientos precisos y lo ponía sobre la ruana que, unos segundos antes, había extendido en el suelo.


4


Cuando visité el anfiteatro de la carrera 65 para mirar sus archivos —el de la Facultad de Medicina había desaparecido tiempo atrás—, encontré una variante de la historia. Como me lo había advertido la persona que me brindó el permiso para revisarlos, los documentos eran monótonos en las descripciones necrológicas. Una mezcla de términos forenses, estadísticos y judiciales pretendía definir la muerte en gruesas carpetas empolvadas. Pero nada más lejano al misterio de la interrupción de la vida que anotaciones esquemáticas de cuchillos en estómagos, de balazos en pechos, de golpes en cabezas. Ni siquiera vi la sombra de Aspasio en los archivos. Quizá la memoria del anfiteatro se empecinaba en conservar una imagen honorable y por ello había expulsado de su historia las huellas de ese hombre que había deambulado por los ámbitos mortuorios de la ciudad. Sentí decepción porque así se negaba uno de los perfiles más oscuros y, tal vez, más atractivos de Medellín. Sin embargo, me topé en los archivos con otro rasgo de la intemperancia humana. Poco antes de hablar con una de las secretarias, que me ofreció su colaboración, leí el caso de una muchacha de catorce años que había ingresado al anfiteatro. La fecha coincidía con el año en que José siguió su práctica forense. Concluí entonces que el caso había sucedido en el viejo anfiteatro. Sin embargo, a pesar de su traumático encanto, lo que le había pasado a la adolescente nunca lo escuché en el círculo oral de mi familia. La mujer entró en la lista de las muertes violentas en el mes de octubre de 1949. Estuvo varios días sin ser reclamada. En verdad, nadie se ocupó de ella y sus huesos sin nombre terminaron en una fosa común. Yo, por supuesto, matizo una historia que en la carpeta respectiva sólo es una indicación anónima y una sucesión de descripciones de órganos y sintomatología patológica. El caso de la muchacha, empero, demuestra el extravío que a veces consuma la humanidad. Ella no tenía ningún rasgo de dolor ni gestos amedrentados en su cara. Tampoco había hematomas o contusiones en las partes visibles del cuerpo. Éste, más bien, conservaba erguidos los senos y tensa de vitalidad la piel del vientre y de las nalgas. Sólo una autopsia posterior encontró un palo de escoba que alguien le había introducido por el ano. La pregunta que me hice entonces, al imaginar que los ojos de Aspasio pudieron ver la cara de esa durmiente destrozada, fue si la convirtió en una de sus mujeres.


5


La secretaria era proclive a la conversación. Temí incluso que lo narrado por ella cayera en el terreno de la fantasía. Trabajaba en el nuevo anfiteatro desde hacía años. Daba brega creer que el tránsito por las moradas de una burocracia mortecina no hubiera estropeado del todo la locuacidad de una mujer que poseía algunos atractivos. El que más recuerdo, repito, fue esa amabilidad desbordada que contestaba a mis preguntas. Respuestas que eran relamidas por una boca pintada de labial rojo mientras sus ojos se clavaban en los míos. Parecía una secretaria simple, pero empleaba palabras que desentonaban en su trato coloquial. Como si con ello pretendiera otorgar un regusto exquisito a la conversación de una funcionaria de los mundos bajos. Salíamos del anfiteatro y tomábamos algo en una cafetería cercana a la iglesia. Por razones de su trabajo nuestra plática no se prolongaba más de media hora. El Aspasio de su relato, comparado con el que yo conocí en mi infancia, era un poco más exuberante. Se aproximaba, empero, al de la memoria oral que recorría a Medellín. La secretaria se cruzaba con él varias veces en las mañanas o al inicio de las noches. El carácter taciturno del Aspasio antiguo, aquí se volvía jovial. Éste era hablantinoso y lanzaba frecuentes chistes. Además, no se veía desmañado y su atuendo se reducía a bluejeans y a camisas de colores vivos que siempre llevaba por fuera. De hecho, la secretaria había departido con Aspasio diálogos no exentos de risas. ¿Y de qué hablaban?, pregunté. Pues de muertos de qué más, contestó ella haciendo un gesto incómodo. A la funcionaria le parecía normal, de alguna manera, que su compañero de trabajo le hiciera bromas fúnebres. ¿Y a qué se referían ellas?, volví a preguntar. No sé, contestó, a veces me decía que le gustaba mirar la desnudez de las occisas. Pero todo se presentaba en una atmósfera que permitía los deslizamientos jocosos de la perversidad. Incluso, me llegó a contar, finalizó esa vez la secretaria, que se excitaba pensando en algunos cuerpos que le deparaban sus jornadas nocturnas.

6


Cuando la acostó sobre la ruana, la mujer dejó caer con suavidad un brazo sobre el vientre. Por ninguna parte se veían indicios de violencia. El bisturí no había rasgado ningún tejido. Y por más que buscaba en el cuerpo, Aspasio no hallaba los vestigios de la herida o del golpe. La cautela de su búsqueda se interrumpía a cada instante por el deseo de contemplar la hermosura del rostro y la perfección de una anatomía que no guardaba vínculos con la corrupción. Aspasio sentía una mezcla de rabia y de ternura frente a esa paradoja. Pero era justamente la presencia de lo sublime en medio de la desolación, y de la pureza habitando lo pútrido, lo que lo estremecía. Pasó sus dedos, como si estuviera detectando una imposible vibración de la vida, cerca del pelo y luego los bajó por la frente. Con la yema del índice izquierdo rozó la nariz, los labios y el mentón. Luego hizo dibujos concéntricos en las clavículas, en el escondido esternón, en la areola de los pezones. Fue entonces cuando, debajo del seno derecho, vio el agujero. Alguien había introducido un estilete hasta llegar, sin duda, al corazón. Aspasio metió y sacó varias veces, con lentitud, el dedo en el ombligo. Después miró el pubis. Era insípido y el surco de vellos que bordeaban los labios entreabiertos tenía un aire de desorden triste. Acercó la nariz y olió la acidez que persistía. Aspasio resopló con fuerza. Había algo de llanto y de grito que intentaba salir de su boca, mientras con los dedos hurgaba en su propio sexo. Cuando alcanzó la erección buscó las sensaciones de la frialdad. Pasó su pene por entre la boca que en vano intentaba succionar. Por entre los senos que en vano trataban de moverse. Por entre los glúteos que en vano procuraban la tibieza. Pero Aspasio sabía cómo orientar su placer. Se metió la boina en la boca y la mordió cuando entró a la cavidad. Cabalgó durante minutos sobre el vacío, entre una maraña de imágenes irresolutas. Hasta que el vértigo de su soledad se extendió, blanquecino y deslumbrante, por el vientre de la mujer.


7


El fin de Aspasio se diseminaba también en diversas conjeturas. No era advenedizo otorgarle un destino de súbita desaparición. Un personaje así merecía el anonimato de una existencia ajena al interés de los otros. Sus pasos pudieron haberse perdido en la geografía neblinosa de un pueblo antioqueño. Nada raro que Aspasio hubiera pasado sus últimos años cuidando una finca cafetera. Así gustaba imaginarlo José cuando esas mujeres, amadas en la muerte, asediaban sus recuerdos de estudiante de medicina. Otros, en cambio, se referían al manicomio de Bello. Adónde más, gustaban decir con desdén, podría ir un demente de semejante calaña. Pero mis pesquisas en esa dirección fueron infructuosas. Había varios necrófilos, por supuesto, encerrados en esa espantosa cárcel bucólica. Pero nadie obedecía a las señales del hombre del anfiteatro. El de la secretaria, por otro lado, se sumergía en un villorrio de la costa Atlántica. Aunque antes, eso dijo ella en la cafetería, estuvo trabajando de portero en un condominio de Envigado. Inútiles fueron mis intentos de localizar su rastro en ese sector de la ciudad. Poco antes de cerrar la investigación sobre Aspasio, fui a buscar a la secretaria. Quería verificar con ella algunos detalles relacionados con los hábitos de su compañero de trabajo. Quería darle una copia de mi crónica que sería publicada pronto. Me dijeron que la mujer se había tomado unas vacaciones. Al salir del sitio, era el final de una tarde de octubre, alcancé a ver la figura de un hombre en la garita de la vigilancia. Alto y flaco, su palidez lindaba con la demacración. Nuestros ojos se cruzaron y sus cejas se levantaron para responderme al saludo. Me aventuré a pensar que la historia de Aspasio, como la de Edipo, como la de Hugolino, como la de Orestes, se repetía en lo esencial. Me acerqué y le pedí fuego para mi cigarrillo. Me obsequió la candela. Entre tanto tuve el tiempo para observar el entorno. Al lado de una mesa vi el termo de café y algunos periódicos amontonados. En la única silla que había, estaba la ruana. No era extraño que un celador de Medellín tuviera esas cosas. Necesita permanecer despierto y guarecerse del frío de las madrugadas.



Pablo Montoya Campuzano
Nació en Barrancabermeja en, 1963. Músico, Filósofo, Maestro y Doctor de la Universidad de Sorbonne Nouvelle (París III), actualmente coordina el doctorado en Literatura de la Universidad de Antioquia. Publica artículos sesudos en periódicos y revistas de América y Europa. Y además, para desconcierto de todos, ha publicado libros de cuentos, de ensayos, prosas poéticas y dos novelas, La sed del ojo y Lejos de Roma. Por algunos de ellos ha recibido importantes reconocimientos y premios. En 2005 recibió el Premio a la creación como cuentista otorgado por la Alcaldía de Medellín, porRéquiem por un fantasma. En 2007 fue merecedor a la Beca de Creación Modalidad Cuento, de la Alcaldía de Medellín.


John Jairo Echavarría Cañas